miércoles, 30 de noviembre de 2011

El ejemplo de Sara

Veamos también en Pedro el ejemplo de Sara. “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando (¿Cómo se ataviaban?) estando sujetas a sus maridos; como Sara...” y (nuestro modelo no es Eva, sino Sara) ... “como Sara obedecía a Abraham llamándole señor, de la cual vosotras habéis venido a ser hijas”. (1ª Pedro 3:5-6).

Esa es la parte que quisiera resaltar: Ustedes han venido a ser –ahora que están en Cristo– hijas de Sara, no hijas de Eva. Ustedes han venido a ser hijas de Sara, si hacen el bien, sin temer ninguna amenaza. ¿Y cuál es el bien que deben hacer sin temer ninguna amenaza? ¡Estar sujetas a sus maridos! Si ustedes logran estar sujetas a sus maridos en la gracia del Señor, entonces han venido a ser hijas de Sara. Porque el espíritu de Eva es el espíritu de la rebelión, el espíritu de la desobediencia. Lo contrario a Sara.

Sara se sanó, Sara fue libre del espíritu de Eva. ¡Bendito sea el Señor! Así que de mi parte, amadas hermanas, mi consejo es: ustedes tienen que tratar esto con el Señor, tienen que ser capaces en la gracia de Dios de hacerlo por Cristo y para Cristo en su amor, libres de todo resentimiento, libres de juzgar esto como machismo. Ahora ya no estamos hablando del machismo, estamos hablando del orden de Dios, de lo que a ustedes las protegerá, de lo que a ustedes las librará de caer en la desobediencia de Eva. Es una cosa espiritual. Ese es el punto, hermanas. Es una cosa espiritual. Ustedes tienen que vivirla en la gracia de Dios, tienen que vivirla con libertad, sanadas. Y ahí, yo no sé qué más decir, es algo que sólo el Señor puede hacer. Es nuestra relación con Cristo lo que tiene que cultivarse.

Hermanas, esto es todo. Esto es todo lo fundamental. El Nuevo Testamento no se concentra en decir mil cosas. Dice: aquí está la clave, por aquí va a ir la liberación.

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